viernes, 1 de octubre de 2010

Madrileña bonita...

O

Salió del Aladdin en Fairfax Drive, cerca del edificio de la NSF. Se dirigió al Westin dos cuadras mas alla, y luego un taxi a Reagan National. Tenía tiempo de sobra. Era temprano y su vuelo salía a las 3pm. En Miami tenia que esperar un par de horas, lo típico. Esta vez sentía el bolso un poco pesado, y por primera vez en años, pensó que quizás lo cambiara por uno de esos con rueditas, aunque nunca le gustaron. 

El Aladdin, donde servían comida del medio oriente,  era uno de sus lugares favoritos, rápido y simple. También visitaba frecuentemente el japones de WIlson Blvd., frente al Walgreen’s. Gorka siempre recordaba lo bueno que le había parecido una vez el japones de comida rápida en el aeropuerto... “debo haber tenido mucho hambre ese día...” pensó, recordando una sopa de mariscos que había encontrado gloriosa un par de años antes.

En su mente estaba la imagen de esa mujer que conoció en Madrid... las noches de luna en el balcón, mirando la Plaza Colón, el tráfico nocturno, el vino y la pasión.  Y el abismo de espacio y tiempo que los separaba, en tantas dimensiones.

“Esos españoles viven de noche... increible” dijo en voz baja.

Y la imagen de ella....  que llenaba su ser... no podía dejar de pensar. Las palabras no dichas, y su mirada. Esos ojos que revelaron su alma a Gorka, cuando le hablaba  en voz baja, con su tono seguro, de todas esas cosas que ellos entendían, y que a veces parecen tan lejanas del resto del mundo. Como si la luz de la luna plena los transportara a un mundo propio, cuyos únicos habitantes eran ella y él.

“Señor despierte, estamos por aterrizar”. La voz de la asistente de vuelo lo trajo de vuelta al mundo real.  Arropado con la frazada de LAN, y el cinturón de seguridad sobre la frazada, para que no lo molestaran en caso de turbulencias y lo dejaran dormir tranquilo. Los ojos tapados con un gorro de lana azul. Se veía bastante ridículo...

Los días siguientes Fernanda ocupo toda su mente,  y sintió esa necesidad de deambular por Santiago de noche. Estacionaba el auto en cualquier esquina y caminaba mirando las luces y las sombras mientras su pensamiento no se apartaba de esas tres noches en Madrid. 

Esa tarde, recién oscurecía, en una noche de primavera tardía. Caminaba por el barrio El Golf, cuando la vio venir hacia él. Años que no veía a Laura... a veces se acordaba de ella, con cariño, y se había preguntado si la pasión aún existiría. 

“Hola...” dijo ella, con una voz que le era tan familiar. 

“Te invito un trago, tenemos que conversar...” La voz de Gorka sonó un poco torpe.

Como a las 10 de la noche Gorka supo... Laura fue un recuerdo de algunos buenos tiempos. Pero había quedado atrás. Su ser solo vibraba con Fernanda, la madrileña bonita. El espacio y el tiempo se esfumaron en la nada. Supo que no era mas que un estado mental... 

Fernanda se lo dijo una de esas noches, cerca del amanecer. “Nada nos separa realmente... sólo está en tu mente. Un día lo verás”

La decisión estaba tomada. Unos días después partió a Madrid. 

La encontró más hermosa que antes. Miro a sus ojos, oyó su voz, y supo que había tomado la decisión correcta. No recordaba otra mirada como esta... otra sensación como esta. 

“Nos vamos a viajar un tiempo...” le dijo mientras la abrazaba, con la emoción de sentirla cerca suyo. Ella sonreía y sus ojos brillaban con un dejo de pasión.

“Es que no soy capaz de soltarte... y lo único que quiero, que me mueve, es poder estar y hablar contigo...”

Esa noche la pasaron en el mismo hotel en el Paseo de la Castellana. El día siguiente partirían a la Playa del Ingles en las Canarias. Hablaron casi toda la noche. Tenían tanto que decirse, de esas cosas que nadie más que ellos entendería... 

Ella era fotografa y sus trabajos los habían publicado un par de revistas de naturaleza y turismo. Estuvieron mirando algunas que ella hizo el verano anterior.  Se metieron en una conversación a fondo sobre luces y sombras, eso del contraste local y otros tecnicismos. A Gorka le encantaba el postproceso de las fotos.  Y le encantaba hablar de la visión de la foto cruda de Cartier-Bresson, a quien admiraba profundamente.

Sus dedos se rozaron al hablar de una foto de mar, y se miraron con  destellos de luz en sus ojos....  se besaron levemente. Las fotografías quedaron ahí... testigos de la pasión.

Al día siguiente volaban a Canarias... a Playa del Inglés.

-- este cuento tiene dueña... ella sabe.

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