sábado, 17 de julio de 2010

Noche misteriosa




Oigo cantar a Miguel Fleta... "Mujer de los negros ojos,/ la de la trenza morena... /¡Mujer de cuerpo pagano,/ eres llama, verso y flor!", con su voz de tenor, oscura y bien timbrada. Recuerdo noches madrileñas. Noches calurosas, como ésta. Verano en el Paseo de la Castellana. El sabor del patxaran y el ardor del licor fuerte, el olor de la hierba, seca por falta de agua, las voces gritonas, las luces tenues. Y la voz de Fleta resonando en el aire, como un eco cálido de tiempos pasados. ¿Cuantas veces habrá sonado su voz ahi mismo?

Caminatas por calles antiguas y poco iluminadas. La Plaza Mayor y la Puerta del Sol, con sus calles estrecha y cargadas de pasado. Mujeres pintadas, con faldas minusculas y pantalones apretadisimos, que preguntan como llegar a la Gran Vía. Uno sabe que buscan ganar unas cuantas pesetas. Una respuesta vaga y las vemos alejarse en su triste pasar.

Voces penetrantes y agudas, con ese acento tan propio del Madrid popular, nos atraen a una jamoneria, casi al amanecer. Jamón serrano, vino tinto y conversación... de que otra forma podria terminar una noche de verano, cálida, como esas?

La noche se confunde dentro de mi. Se confunde con ese colorido nocturno del Madrid antiguo. Mientras la voz de Fleta se hace mas densa, y la luz mas ocre, los claroscuros se acentúan, con tonos flamencos. Esos labios rojos, el perfil gitano, la presencia lejana, inmaterial, desconocida, el mirar penetrante y sutil parecen cobrar vida en esa voz.

Madrid, noche misteriosa... la musica se hace intensa, y suavemente aterciopelada en la oscuridad de la voz de Fleta. La zarzuela hace pensar... El Ultimo Romántico, "Noche de amor/ noche misteriosa/ven hacia mi/sombra de mujer..." La voz se extingue, los recuerdos se agolpan en mi mente, acaso ya pasó la noche? oigo otros cantos, cantos lejanos de pajaritos que anuncian el amanecer...

sábado, 3 de julio de 2010

Kuda, Kuda



La noche está fria, y el cielo despejado, con estrellas brillantes, que suplantando a una luna ausente, dejan un sentimiento casi ominoso. Lejanas rondan aquellas noches del febrero veraniego, cargadas de luces ocres y doradas, con su ambiente calido y húmedo. Aquellos ojos misterios, con mirar lejano y un poco triste, ya no están.

En esta noche solitaria, la voz de Sergei Lemeshev, fría como la noche a mi alrededor, suena clara y brillante, casi afilada, como acerada pero feble espada. Kuda, kuda, kuda vi udalilis,/ vesni moyei zlatiye dni?, ¿A dónde, a dónde os habéis ido,/ dorados días de mi primavera? La tremenda pregunta de Lensky, el poeta que morirá en duelo, a manos de Oneguin. Tan diferente de esos sonidos aterciopelados y calidos del otro tenor, ese de la zarzuela, que con voz pastosa alargaba noches de hastío veraniego, hasta lo que parecía ser la eternidad. Una eternidad con ensoñaciones fantasticas, en las luces y sombras nocturnas.

Esta otra voz, la voz de Lemeshev, con su tono frio, color nostalgico y expresión trágica, evoca el paisaje nevado y frio de la campiña rusa, con oscuros presagios. Al alba, la estrella matutina/ esparcirá su luz,/ mientras yo, quizás, descenderé/ en las sombras de la tumba. El duelo al amanecer, despues de velar la noche. De que otra forma podria Lensky lavar la ofensa, en ese amanecer helado. Amanecer frío y tenebroso que presagia su destino.

Camino sin retorno, despues de tantos viajes y tantos retornos nocturnos. En noches felices y noches tristes. La luna siempre su compañera, esta vez ausente. ¿Acaso el tiempo, esta vez, lo llevará a uno de esos lugares no imaginables? Camino sin desvíos, trazado desde siempre, que Lensky recorre sabiendo que llegará a un final.

El frio de la noche en vela, desnuda su espiritu y él comprende, ahora sabe. Sabe cosas que se develan ante su pensamiento como si la luz que comienza a despuntar, cuando el duelo se hace inminente, le revelara arcanos secretos. Como si la luz del dia que nace iluminara en su intelecto. Vivir y vivir sin arrepentimientos. Enfrentar el amanecer y el sino que traen las armas del contrincante. ¿Una bifurcación final acaso? Frio, nieve, paisaje yermo, tenue luz gris, no más. El final del camino.