domingo, 12 de septiembre de 2010

Maite maitia

Esa mañana Gorka había salido a varias reuniones en un día pesado y rutinario.  La llamó sin respuesta, parecía no existir al otro lado del celular. “Estará durmiendo...” dijo entre labios mientras recordaba tantas cosas pasadas.  Pasado el atardecer, y después de terminar su última reunión, un poco abruptamente tal vez, hastiado de tanto dato, partió dejando atras todo eso que llenaba sus días. No es que le disgustara. Por el contrario, disfrutaba haciendo lo que hacía, sobre todo haciéndolo bien. Pero su mente y su alma estaban en otra parte hoy. La buscaban a ella.

Es que esto de oir a Urko cantando Maite, maitia, siempre lo ponía medio sentimental. Había ido a comer solo, como lo hacía a menudo, en ese restaurant, en ese rincón oscuro donde podía pensar. Lugar frecuente, su refugio de tantas noches solitarias. Al entrar la cajera de ojos claros lo saludo por su nombre con su siempre alegre sonrisa.

Ahora manejaba de vuelta, siempre oyendo a Urko... dejo el iPod repitiendo la canción... “Maite maite maitia/ Zu zara nerea/Zu zara berria/ Zu zara negarra/ Zu zara irria”. La voz simple y un poco aspera de Urko, con su guitarra rasgeada, sonaba acogedora y transmitía el sentimiento de la canción. Vió pasar la ciudad.  No se detuvo en su casa... siguió como impulsado por las palabras de la canción.

Dejó el auto en una calle lateral y caminó. Quería aclarar su mente. La noche un poco fría y las luces escasas. Caminó varias cuadras. Es que ella no le respondia sus llamados. Había olor a lluvia...

Alla lejos, vio las luces amarillas y azules del minimarket... ese que le era tan familiar. Conversación, Camembert y Chardonnay.

Ella se desperto cuando sono el timbre del citofono. Penso no contestar. Las dudas, el no saber el destino de este camino. ¿Acaso tenían un futuro? Pero sus ojos se iluminaron. “Vamos de a poco...”  y se levanto.

Oyo su voz, con ese tono relajado y determinado. “Voy a subir...” Ella le abrió y lo espero, llevaba un pijama blanco con flores muy palidas, que resaltaba sus pecas y su pelo suelto, un poco crespo. Se veia tan joven...

Abrió rápidamente, casi ansiosa, cuando sintió los tres golpes leves en la puerta. El estaba ahi, su traje azul y la corbata azul con rayitas rosadas le daban un aspecto un poco fantasmal a la luz de la luna. “Gorka, yo...” comenzó a decir mientras prendia una luz.  Él la miró a los ojos y luego le acaricio el cabello  mientras ella lo abrazaba profundamente.

Hemen,/ hemen zu ta ni bakarrik,/ bakarrik munduan, / bakarrik maitasunean./ Maitasuna.

“Tu y yo solos en el mundo... “ le dijo al oido, recordando la canción esa...

Al otro día un pequeño rayo de sol los despertó, filtrándose entre pliegues de las cortinas.

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