sábado, 3 de julio de 2010

Kuda, Kuda



La noche está fria, y el cielo despejado, con estrellas brillantes, que suplantando a una luna ausente, dejan un sentimiento casi ominoso. Lejanas rondan aquellas noches del febrero veraniego, cargadas de luces ocres y doradas, con su ambiente calido y húmedo. Aquellos ojos misterios, con mirar lejano y un poco triste, ya no están.

En esta noche solitaria, la voz de Sergei Lemeshev, fría como la noche a mi alrededor, suena clara y brillante, casi afilada, como acerada pero feble espada. Kuda, kuda, kuda vi udalilis,/ vesni moyei zlatiye dni?, ¿A dónde, a dónde os habéis ido,/ dorados días de mi primavera? La tremenda pregunta de Lensky, el poeta que morirá en duelo, a manos de Oneguin. Tan diferente de esos sonidos aterciopelados y calidos del otro tenor, ese de la zarzuela, que con voz pastosa alargaba noches de hastío veraniego, hasta lo que parecía ser la eternidad. Una eternidad con ensoñaciones fantasticas, en las luces y sombras nocturnas.

Esta otra voz, la voz de Lemeshev, con su tono frio, color nostalgico y expresión trágica, evoca el paisaje nevado y frio de la campiña rusa, con oscuros presagios. Al alba, la estrella matutina/ esparcirá su luz,/ mientras yo, quizás, descenderé/ en las sombras de la tumba. El duelo al amanecer, despues de velar la noche. De que otra forma podria Lensky lavar la ofensa, en ese amanecer helado. Amanecer frío y tenebroso que presagia su destino.

Camino sin retorno, despues de tantos viajes y tantos retornos nocturnos. En noches felices y noches tristes. La luna siempre su compañera, esta vez ausente. ¿Acaso el tiempo, esta vez, lo llevará a uno de esos lugares no imaginables? Camino sin desvíos, trazado desde siempre, que Lensky recorre sabiendo que llegará a un final.

El frio de la noche en vela, desnuda su espiritu y él comprende, ahora sabe. Sabe cosas que se develan ante su pensamiento como si la luz que comienza a despuntar, cuando el duelo se hace inminente, le revelara arcanos secretos. Como si la luz del dia que nace iluminara en su intelecto. Vivir y vivir sin arrepentimientos. Enfrentar el amanecer y el sino que traen las armas del contrincante. ¿Una bifurcación final acaso? Frio, nieve, paisaje yermo, tenue luz gris, no más. El final del camino.

2 comentarios:

  1. Bellísimas palabras, bellísima música...

    Un saludo!

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  2. ¿Cuántas veces nos habremos sentido así? Como si la noche te abrazara y no dejara escape alguno. Buena suerte para algunos que no encuentran en ella su final oscuro.

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